ALREDEDORES CASTILLO DE LA CRUZ DEL SUR
El antiguo castillo se alzaba imponente ante los guerreros, que se enfrentaban cruzando sus espadas una y otra vez.
Decenas de muertos yacían sobre el pasto manchado de sangre, enredados entre restos de armaduras y armas maltrechas ya por la larga lucha.
Destacaba un altísimo hombre de negra barba, quien llevaba una corona sobre su yelmo, clara señal de su condición de rey. Frente a él, un joven de 17 años lo atacaba sin descanso, pero con decisión. El rey sólo esquivaba sus golpes, negándose a la pelea.
Pero el destino tocó la última hora del rey. La espada del joven caballero le atravesó el cuello, única parte vulnerable de su armadura. El grito de agonía subió al cielo, llegando a oídos del joven príncipe Cedric.
Él, apenas un niño de doce años, esquivó a los guardias que lo mantenían a salvo, apartados de la lucha a distancia. Tomó una espada y fue directo en contra del asesino de su padre.
Mientras el cuerpo del rey caía inerte al suelo, Cedric dejó caer su espada sobre el enemigo, quien lo detuvo con facilidad.
-Muere -fue lo último que escuchó, antes de que se sumiera en la oscuridad de la inconciencia.
HABITACIÓN CASTILLO ESPEJO
En la oscura habitación alumbrada sólo por las llamas de la chimenea, dormía Einon, príncipe del castillo Espejo. Despertó de golpe, sudando. La pesadilla que lo había acompañado desde hacía veinte años, desde que mató al viejo rey de Cruz del Sur, volvía a atormentarlo.
Se sentó, respirando con dificultad. ¿Por qué la pesadilla volvía justo ahora que comenzaría una nueva vida?
Se levantó y fue hacia la ventana, desde donde observó la noche. Allá, lejos hacia el oriente, estaba la que sería su esposa, lady Catalina. Hacía cinco días que su padre había mandado a su hijo menor, el príncipe Eric, a buscarla y así celebrar la boda por tanto tiempo prometida. Lady Catalina, la más bella flor que pudiera encontrarse en Terrais...
PRADERAS DE LA UNIÓN, DÍAS DESPUÉS
La caravana avanzaba despacio, pero a paso firme. Estaba formada por cinco caballeros, quince soldados y algunos criados, los que custodiaban al más precioso tesoro de la familia Corez del reino costero del Mar de Lino, lady Catalina.
El príncipe Erik, hermano menor de Einon, comandaba el grupo. Tenía apenas veintidós años de edad, pero ya era todo un guerrero, respetado y querido por quienes lo conocían y servían.
Erik cabalgaba junto al carruaje que llevaba a lady Catalina. De vez en cuando, ella observaba hacia las vastas llanuras, con ojos soñadores, y él se acercaba solícito. Prestó especial atención a una hermosa cascada, ubicada a unos kilómetros del castillo.
-Sir Erik, ¿qué lugar es ése? Es precioso -comentó ella, maravillada.
-Es la Cascada de la Eternidad. Los campesinos dicen que quien se bañe en sus aguas, tendrá felicidad eterna. También las parejas van a hacer votos de amor allí -contestó él, sonriendo.
-Algún día iré -dijo ella, convencida.
-Yo creo que mi hermano estará complacido en llevarla, mi lady...
La conversación fue interrumpida por el galope de un caballo. Era el soldado que había sido enviado al castillo a anunciar la llegada de la caravana.
-Príncipe Erik, señor, el príncipe Einon ya está al tanto de nuestra llegada. Enviará un destacamento para reforzar la escolta -Erik lo miró extrañado.
-¿Reforzar la escolta? ¿Pasó algo mientras no estábamos?
-No, señor, pero el príncipe está preocupado.
-Bien, puedes retirarte.
El soldado se alejó. Eric mantuvo el ceño fruncido. Luego, sonrió a lady Catalina y se despidió. Cabalgó hacia el frente y ordenó a dos de sus caballeros que lo acompañaran.
SECTOR ESTE DEL BOSQUE DEL LLANTO
Ocultos por el denso follaje, un grupo de no más de diez hombres observaban con ojos fieros el camino abierto a través del bosque. Seguían atentos los pasos de los recién llegados.
Erik y sus hombres se adelantaron a la caravana, manteniendo sus sentidos alertas. El silencio dominó el paisaje. El príncipe podía escuchar su respiración y la de sus hombres. La tensión estaba al máximo.
Los del bosque, a la señal de su comandante, sacaron sus armas y se ubicaron formando un abanico en torno a Erik. El príncipe detuvo su caballo y llevó su mano a la espada, preocupado. Segundos después, cuatro encapuchados, comandados por un hombre que usaba un llamativo, aunque viejo, yelmo, salieron de su escondite, cayendo sobre el trío.
Más atrás, algunos de los de la caravana espolearon a sus caballos para ir en ayuda de sus compañeros. El resto retrocedió, intentando mantener a salvo a lady Catalina.
Erik se debatía contra el hombre del yelmo. Éste le asestó un corte en la pierna y el príncipe cayó al suelo. Otro corte más en su mano y soltó la espada. El atacante estaba a punto de dar el golpe de gracia, cuando una figura transparente lo detuvo. Erik sólo vio una vaporosa mano y unos ojos que lo miraban compasivos. Finalmente, el hombre dio una patada en la cara al joven, dejándolo inconciente.
En ese momentos llegaron los soldados de escolta de la caravana. Lograron salvar a sus ya malheridos compañeros, pero fueron atacados por otros encapuchados que se unieron a los anteriores, mientras el resto iban tras lady Catalina.
OTRO SECTOR, BOSQUE DEL LLANTO
El hombre del yelmo tomó el caballo de Erik y cabalgó directamente al carruaje que llevaba a lady Catalina. A espadazos logró quitar del camino a los soldados y caballeros que la custodiaban, mientras los hombres que lo acompañaban, robaban parte de las cosas que llevaban las carretas.
De un tirón arrancó la cortina que cubría una de las ventanillas del carruaje. Al ver a lady Catalina, se detuvo, extasiado. Catalina quiso huir, pero él la tomó firmemente del brazo, intentando sacarla del carruaje. Ella se debatió con desesperación.
Una flecha atravesó el aire, cortando la vida de uno de los hombres que estaba cerca del comandante de los hombres del bosque, quien soltó a lady Catalina.
-¡Al bosque, al bosque! -ordenó, mientras daba la última mirada a la dama, para luego perderse entre el follaje.
BOSQUE DEL LLANTO
Mal hubiese terminado la aventura, de no mediar la intervención del contingente comandado por el príncipe Einon. Con certeros flechazos, hicieron huir a los atacantes, salvando a la caravana.
Einon cabalgó hasta donde estaba tendido su hermano, asistido por un subcomandante. De un salto bajó de su caballo y se arrodilló junto a él.
-¡Erik, Erik! -Einon intentaba despertarlo, mientras sus hombres ayudaban al resto de los heridos, aseguraban los alrededores y reunían a la caravana dispersa.
-Esta mal herido, mi señor. Debemos llevarlo de prisa al castillo, puede que esos mal nacidos intenten atacar de nuevo -dijo el subcomandante de la tropa.
-De acuerdo. Que lleven a Erik en una de las carretas... y Lady Catalina, ¿dónde está? -el subcomandante indicó el carruaje.
El carruaje y el resto de la caravana ya venían en camino. Varios sirvientes se acercaron al inconciente príncipe Erik y lo subieron a una carreta. Mientras, Einon corría hacia el carruaje, para ver a su amada.
De un tirón abrió la puerta.
-Mi señora, ¿está usted bi...? -Einon se quedó sin habla al ver a la hermosa Catalina. Ella lo observaba asustada, con lágrimas en los ojos. Se quedaron en silencio, como flotando en un mar de sensaciones de los que fueron sacados por la voz del subcomandante.
-¡Ya estamos listos! ¡Avancen!
Einon sonrió aliviado y Catalina sólo inclinó la cabeza, suspirando.
BOSQUE DEL LLANTO, INTERIOR
Los hombres descansaban sentados en el suelo o en troncos caídos. El comandante tiró lejos su yelmo, furioso ante la oportunidad perdida. Una figura vaporosa comenzó a materializarse a su lado.
-¡Perla, no debiste intervenir! -dijo el hombre, enojado. La joven de cabellos castaños se estremeció. A poca distancia, dos mujeres más se materializaron.
-No la culpes, príncipe Cedric, ella sólo ha hecho caso de sus instintos -la defendió Zafiro, de largos cabellos negros. Cedric la miró, suspirando, aunque aún estaba muy molesto. Se le acercó la tercera mujer, Escarlata.
-Cedric, por favor, no seas tan duro. Perla no soporta la muerte ni en sufrimiento... -los ojos suplicantes de la mujer lo conmovieron. Cedric miró hacia otro lado, algo turbado.
-Lo sé, Escarlata, lo sé... perdóname, Perla...
La joven sonrió y tomó la mano de Cedric. Él le respondió con una leve inclinación de cabeza. Luego, dejó a las damas y se dirigió a sus hombres.
-Es hora de regresar a Cruz del Sur. Dejaremos pasar algunos días, antes de volver a atacar a alguna caravana que vaya o venga de Espejo. ¡En marcha!
PATIO CASTILLO ESPEJO
El enorme puente levadizo del castillo Espejo descendió lentamente, permitiendo que la caravana entrara.
El rey Elios, advertido por sus centinelas de la llegada de la maltrecha caravana, había dejado sus regias vestiduras, para usar la armadura e ir a combatir. Sabía que en el bosque se había instalado una pandilla de ladrones, que causaba graves daños a la economía del castillo al robar a los viajeros que se aventuraban por ese territorio, y estaba decidido a acabar con ellos.
La caravana entró en silencio y se detuvo frente al rey. Einon ordenó que llevaran a su hermano a sus habitaciones, mientras organizaba a los sirvientes para que ubicaran las pertenencias de lady Catalina.
El rey Elios se acercó Erik con el ceño fruncido. Con un gesto, ordenó a sus sirvientes que se lo llevaran. Sacudió la cabeza, frustrado, mordiendo su furia. El muchacho parecía un muerto de lo pálido que estaba.
-Veo que tu corazonada fue cierta, hijo mío... Debemos ir y encontrar a esos mal nacidos, ¡y vengar esta afrenta! -Einon lo miró triste.
-Padre, por favor, no creo que debamos hacerlo ahora...
-¡Pero han herido a tu hermano! -replicó el rey, desesperado.
-Lo sé, pero no creo que él quisiera que expusiéramos nuestras vidas, ahora que el día de mi casamiento está tan cerca.
Elios miró a su hijo y estuvo a punto de continuar con la discusión, pero luego suspiró.
-Tienes razón, hijo, tienes razón... Tu prudencia es lo que más admiro de ti.
-Ya habrá tiempo para la justicia, padre -Einon lo abrazó. Luego, se acercó al carruaje y ayudó a Catalina a descender.
Ella lo miró conmovida. La última vez que se vieran, fue durante el segundo casamiento del padre de ella, hacía más de 15 años. Para ese entonces, Catalina era muy joven, pero ya estaba destinada a casarse con Einon. Y ya desde entonces se amaban.
El viejo rey Elios sonrió levemente al ver a su futura nuera.
-Mi señora, dichosos los ojos que la ven sana y salva.
-Más dichosos son los míos, al ver a mi novio a salvo, aunque me preocupa la salud de mi cuñado... ¿dónde se lo han llevado?
Ambos hombres se sorprendieron ante el cambio de actitud de la joven. De un segundo a otro, dejó de ser una delicada mariposa a una señora en gloria y majestad. Einon le ofreció un brazo, ella puso su delicada mano en él.
-Mi hermano fue llevado a su habitación, mi señora.
-¿Puedes llevarme, Einon? Puedo ayudar al curandero, en mi hogar recibí adiestramiento en las artes de curación -Einon asintió en silencio. Condujo a su dama hacia el castillo, mientras el rey los observaba satisfecho. Excelente elección había hecho. Sí, excelente elección.
HABITACIÓN PRÍNCIPE ERIK, CASTILLO ESPEJO
Erik descansaba en su cama, mientras un curandero y el sacerdote lo asistían con hierbas y rezos. Estaba pálido por la pérdida de sangre, y el curandero no sabía cómo detener la hemorragia que se desató al tratar de limpiar una de las heridas. En ese momento, lady Catalina entró, escoltada por el príncipe Einon.
-¡Mi señor, no deberían estar aquí! -dijo el hombre, mirando a la pareja muy asustado.
-No debe preocuparse, yo lo ayudaré -dijo Catalina, luego de percibir la tensión que invadía al hombre. El curandero, anonadado, no hizo ningún movimiento, mientras observaba la seguridad con que Catalina comenzó a trabajar.
La joven revisó primero las heridas de Erik, quien se quejaba débilmente. Luego, estudió las hierbas que estaban usando para curarlas. Meneó la cabeza. Envió al curandero a buscar un pequeño cofre que estaba en su carruaje, mientras limpiaba las heridas del joven príncipe y preparaba unas vendas.
A los pocos minutos volvió el curandero, trayendo en sus manos el cofre. Lo dejó en una mesita que estaba junto a la cama del herido. Catalina extrajo de él otras hierbas y bálsamos, con los que untó las heridas las que, milagrosamente para el sacerdote y el curandero, dejaron de sangrar. El sacerdote salió de la habitación para anunciar las buenas noticias: el príncipe se salvaría.
Einon se acercó a Catalina.
-Gracias, mi señora, gracias por salvar a mi hermano -dijo él, sonriendo.
-Sólo era mi deber, mi señor, Erik no se merecía esto. Esos hombres... esos hombres... -la furia comenzaba a pintar sus hermosos ojos. Einon la miró sorprendido y se llevó una mano a la boca, haciendo ademán de guardar silencio.
-Shhht, no hables más. No es el momento -ella lo miró triste, asintiendo. Luego se levantó y dio unos pasos hacia la puerta, pero casi al instante sintió que el mundo desaparecía ante ella y, agotada, se desmayó. Einon alcanzó a recibirla en sus brazos.
-¡Catalina, Catalina!
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jueves, 1 de febrero de 2007
Capítulo 1: "Pesadilla"
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